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Santa Rita, una vereda que renace  

Esta vereda que está ubicada en la parte sur del municipio de San Carlos quedó, de acuerdo con lo habitantes, despoblada totalmente por 4 años. Hoy está nuevamente llena de vida y su escuela volvió a tener niños y balones. 

Sin embargo, esto no siempre fue así, la comunidad se tuvo que ver enfrentada a muchos situaciones de violencia; durante 8 días tuvieron que escuchar como en la montaña frente a ellos, se enfrentaba las Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército Nacional.

En su zona, el grupo que más los afectaba era el de las Farc, porque se encontraban en el territorio de la vereda y en varias ocasiones mataron hombres. La técnica más común era el obligar a las personas a bajar de la chiva (transporte tradicional colombiano), por supuestamente, colaborar con los paramilitares, el ejército o cualquier excusa que no parecía que fuera realmente verificada.  

Ir al pueblo solo significaba que no los estaría vigilando las Farc; porque ya era el papel de los paramilitares en nombre de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Los habitantes del municipio no estaban realmente tranquilos en ninguna parte de la región porque cualquier acción o comportamiento era tomado como una amenaza; si llevaban mucho mercado del pueblo a la vereda, era un problema porque los tildaban de llevarle plata a las guerrilla y si salían de la vereda era porque iban a llevar información a las AUC. En muchos casos, esta no era la realidad pero corroborar información nunca fue un asunto que preocupara a los combatientes.

La vereda queda a 30 minutos del pueblo, en carro y su lejanía fue la que terminó jugando en su contra en los momentos en los que necesitaban de la fuerza pública nacional. Al no estar tan visible a los ojos, se convirtió en un territorio olvidado. Sin embargo, hoy la historia es diferente; sus habitantes volvieron al territorio y se volvió productiva con cultivos, peces y abejas que hoy son el proyecto central de la vereda.

Los Cultivos

Desde que se dio el desplazamiento, las tierras quedaron solas y no  fueron sembradas hasta muchos años después. Hoy la vereda se encuentra produciendo y tiene  un proyecto con la Universidad Nacional para sembrar una especie de hongo que por poco reemplaza las proteínas de la carne. Por otra parte, el cultivo no se realizará con tierra, sino con agua. 

Santa Rita ha logrado modernizar sus cultivos y superarse después de un momento de violencia tan fuerte que incluso hoy se ve un poco de sus secuelas. Todavía hay casas abandonadas y heridas abiertas que se sanan día a día; los habitantes de la región tienen claro que es un asunto que se refuerza cada día y sobretodo, que esto es una decisión personal.

 

Algunos de los cultivos que se pueden encontrar en la vereda, que pertenecen a Francisco Javier Duque, campesino que en un momento dejó el municipio, para luego volver a él y hoy ser el tendero de la vereda; tiienen peces, abejas, zanahoria, café, cebolla, entre otras. 

La vereda ha logrado evolucionar y dejar atrás los duros momentos que vivieron en el momento del conflicto, hasta llegar hoy a contar con gran productividad. Por otra parte, esto es un asunto general que se dio en varias de las veredas de San Carlos, como lo es la vereda Arenosa que hoy vive de la piscicultura y todo lo que pueden sacar de esto.  

Santa Rita ha logrado superarse gracias a los que viven en esta, pues en cada vereda el interés principal fue por parte de los ciudadanos que posteriormente se apoyaron en el Estado y demás organizaciones o ayudas de los diferentes gobiernos. Entre ellos, hay dos historias que se resaltarán:

Javier, el tendero productivo

Francisco Javier Duque es el tendero de la vereda Santa Rita que además tiene cultivos de café, cebolla, zanahoria, abejas y animales como peces y pollos en sus tierras. Hoy él logró darle forma a su casa y trabajo; exportando a la minorista de Medellín y con un futuro proyecto de hongos ricos en nutrientes. 

 

Sin embargo, para llegar a este punto, él tuvo que pasar por múltiples situaciones que no le dejaron el camino fácil. Desde pequeño siempre vivió en medio de una gran familia y cuando cumplió 16 años decidió mudarse a la vereda Santa Rita con su esposa, con la que tuvo 3 hijos: dos hombres y una mujer que era la menor. La noche del 20 de mayo del año 2000 tuvo que huir de la vereda hacia Medellín en medio del monte bañado por la noche, pues estaba amenazado por las Farc y los paramilitares de la AUC por su relación con el Ejército y su cargo como líder de la vereda.

Cuando llegó a Medellín se encontró con una ciudad que no conocía y sin dónde vivir. Como él lo relata, solo tenía 150 mil pesos y la ropa que les había cabido en los morrales. No tenían familia ni conocidos y por 1 semana durmieron en la calle hasta encontrar una pieza para dormir los 5; el primer colchón se lo compraron a un habitante de calle y solo 15 días después de llegar a la ciudad tuvieron su primer mercado, que fue una ayuda de la Cruz Roja de Medellín.

Los años no fueron fáciles, pero como Javier asegura, las "bendiciones" no se hicieron esperar. Sus hijos siempre fueron becados en todos los colegios gracias a su excelente rendimiento; un primo le regaló una fritadora e iniciaron su negocio de pastelitos, empanadas y demás que vendían en la puerta de su casa, lo que mejoró la calidad de vida de la familia. 

 

A los pocos años llegaron a tener su propia panadería, dos de sus hijos fueron a la universidad y se graduaron como profesionales, incluso la menor quedando embarazada al graduarse del colegio hoy es abogada. Esta ciudad, en un momento también los desplazó por hacer parte de las Juntas de acción Comunal de los barrios donde vivieron. Parecía que la familia no podía convertirse en el líderes en su comunidad, pues en dos ocasiones se vieron amenazados para dejar sus cargos y en las dos veces, tuvieron que dejar la zona.

 

El matrimonio de Javier con su esposa no funcionó, por lo que optó por dejar a su familia en la comodidad que había construido y vivir solo en un apartamento. Con una capacidad económica existente, Javier decidió irse, pero eso no fue fácil. Desde que era un niño, su casa estaba llena de personas y cuando se vio enfrentado a realizar tareas tan simples como una comida o el aseo de un apartamento que era más grande de lo necesario, empezó a vivir en una tormenta de depresión y soledad que lo llevó a querer acabar con su vida. 

 

Finalmente, "de la mano de dios" como dice don Javier, fue como logró salir de esa situación en la que estaba y tomar la decisión de volver a donde recordaba ser tan feliz: San Carlos. Cuando volvió a la vereda tuvo que volver a construir su casa, lo que fue todo un reto que él visualizó: compró dos terrenos y finalmente creó la tienda y los cultivos que hoy tiene.   

Sin importar toda la situación de violencia que vivió en el municipio, don Javier siempre tuvo presente que cuando murieran o la justicia apresara a los cabecillas que lo tenían amenazado; él volvería al municipio para vivir ahí el resto de su vida. 

 

Don Javier no ha regresado en 6 años a la ciudad, dice que de poder nunca volverá y hoy vive en el municipio como líder en la vereda, cada vez quiere más tierras para cultivar, educa a su al rededor sobre la importancia de las abejas y sobretodo tiene una buena relación con sus hijos.

 

No ha sido un camino fácil, pero ha sido su resistencia y persistencia lo que le ha ayudado a mantener la cabeza en alto.  

 

El cuidador de abejas

Edwin Rios era un joven de 17 años cuando tuvo que irse de su casa en la vereda Santa Rita, en un intento por evitar la violencia. Por esto se fue a vivir a Cali con su familia que ya se había ido meses atrás; tuvo que quedarse solo en su casa por un tiempo porque debía recoger el café que ya tenían sembrado.

Vivió en la Vereda cuando ir al pueblo para mercar o vender sus cosechas era una tarea de valientes, solo que como muchos, él no tenía la opción de decidirse por no serlo. Había que vender para poder comprar y comer, pero los riesgos de que cualquiera decidiera sin motivos reales que él era de un bando u otro de la guerra, era la preocupación que lo acompañaba a cada paso. 

No fueron momentos fáciles por los que pasó, pues hubo años en los que la violencia se servía al desayuno, almuerzo y comida. Ya fuera una historia, una noticia o incluso verlo en carne propia; la muerte estaba presente y el dolor de las injusticias se volvía el sentir diario de su día a día.  

Después de que el conflicto armado en San Carlos se terminó, él decidió que era tiempo de volver a la vereda con sus padres, que decidieron volver 8 meses antes. Para Edwin, lo difícil no fue volver al municipio; sino ver el abandono de la finquita y volverla a levantar.

 

Cuando llegó, se encontró con otra realidad: ya la vereda tenía familias y se veían luces en la noche; Sin embargo el reto continuaba y reconstruir su casa fue lo primero que se propuso. En ese camino de volver, reconstruirlo como el hogar que solía ser y tener un trabajo con el que pudiera llevar una vida digna se encontró con la apicultura. 

Hoy no se imagina su vida de forma diferente, el cultivo y protección de las abejas se ha convertido en más que su trabajo; hoy es su tarea diaria. Inició su trabajo con los apicultores de San Carlos hace 5 años y hasta hoy continúa con su labor en la organización. 

La organización también le ha dado un espacio a aquellos que decidieron dejar las armas y volver a la vida civil. Para Edwin es muy simple y nunca le ha generado ninguna incomodidad trabajar con ellos, pues en sus palabras: "todos cometemos errores, somos personas y tenemos que darles una segunda oportunidad".

En un tiempo llegaron a haber 10 integrantes del grupo de apicultores que eran excombatientes y las risas seguían siendo lo mismo para Rios. Lo único que resalta es que para él no hay diferencias entre uno u otro, todos saben el pasado y lo que algunos compañeros hicieron, pero no dejan que eso se vuelva un impedimento para continuar y verlos como (él menciona), personas que cometieron un error en medio de una circunstancia difícil. 

 

Además de cuidar de las abejas en la organización, Edwin ha educado a su comunidad y hoy planea emprender con su propio proyecto de abicultura mientras continúa con sus propios cultivos de café. 

 

Cuando se le pregunta a Edwin Rios por por qué

volvió a vivir a un lugar con el que se fue con tanto

dolor y huyendo de la violencia, su respuesta es: el

amor por su tierra, sus raíces y los momentos felices

que tuvo en el municipio y la vereda.  

El camino que tiene pensado para sí mismo es largo y

está lleno de retos que deberá enfrentar cada día. Sin

embargo, él afirma que no cambiaría su estilo de vida

y profesión por ningíun beneficio de la ciudad. 

Hoy es feliz mostrando su trabajo como apicultor y

contando los avances que tanto trabajo le han significado. 

Santa Rita
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Color en la montaña
Residuos del pasado
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Emprendiendo
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